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Joaquín Sánchez Gil

Viajante

  • Mamá dame dinero
  • ¿Por qué no se lo pides a papá?
  • Porque papá no tiene, él no trabaja
  • ¿Cómo que no trabaja?
  • No, él se viste de guapo y se va de paseo

Me cuenta mi madre esto. Así veía yo a mi padre de muy muy pequeño, claro, se vestía “de domingo” y se iba. Y es que tardé algunos años en saber bien en qué trabajaba.

Mi padre viene de un pueblo de la campiña cordobesa y con 18 años y sin apenas haber visto el mar se alistó a la Marina un 26 de junio del 1974. Barcos, electrónica, se acabaron los barcos, se quemaron las fotos, comenzó a vender  “puerta a puerta”, y en uno de esos viajes conoció a mi madre en la pensión de Ana María en Antequera. 

Mi padre nunca estudió pero estudió mucho. 

Crecí rodeado de libros de Og Mandino, de Dale Carnegie, Daniel Goleman, Wayne Dyers…, libros para aprender a vender, de psicología, pero no obstante, el oficio ya lo llevaba en la sangre. Décadas dedicadas con pasión al viaje, al cliente. Al principio no entendía esa cosa de mi padre de no encontrar la frontera entre cliente y amigo, y es que se sabía el nombre de todo el mundo, pero desde el primero al último, desde el mozo de almacén al dueño, pasando por el hijo o hija de la que limpiaba el local. Luego entró en una multinacional, llegó a tener un premio como uno de los mejores vendedores de Europa. Luego la crisis, luego bla, bla. 

En mi familia no hay ningún músico pero no me hizo falta, heredé otra profesión. Ah, y un Ford Focus con casi 400.000 km que lo ves y te parece que está nuevo. Me encanta. 

Bueno pero siempre escuchó Pink Floyd, Jethro Tull, me llamaba cada vez que salía algo guay en Radio 3 (sobre todo en el programa de Ramón Trecet), y hoy en día nos seguimos pasando musiquita. Buen gusto sí que tiene.

Como decía, con él aprendí el oficio, y es que en cierto modo, comparto casi el 85 % de modo de vida, pues, a parte de lo de tocar música, al final el resto de actividad es la misma: vestirse de domingo, kilómetros, gente, facturas, vender, vivir. 

De mi padre aprendí a perderle el respeto al mapa de España, aprendí que una mañana, si nos da la gana, salimos de Almargen y nos plantamos en Santiago de Compostela al caer la noche. 

Me enseñó que el mundo era pequeño. Que se puede hacer amigos en todos sitios, que si eres amable y te interesas por los demás ya eres rico. Eso aprendí. 

Así que ahora sí sé bien explicar la profesión de mi padre, y en parte la mía: Viajante. 

Oficio. Mantenimiento. Cariño. 

PD: Otro día os cuento de mi mae.

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